Pampa de la Quinua, 30 de julio del 2021.
CARTA DESDE LA
PAMPA DE LA QUINUA PARA MIS COMPAÑERXS DEL “DERECHO HALLADO EN LA CALLE”
Por Shyrley Tatiana Peña
Aymara[1]
Esta, quizás, es una de las cartas que más tiempo me costó escribir en toda
mi vida. Supongo que es por la agenda corrida de cada día desde el despertar
hasta el dormir. Creo que la vida es eso o, para mí, está siendo así desde hace
unas semanas. Desde que al fin el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) del Perú
reconoció como ganador de las elecciones presidenciales 2021 al rondero,
campesino y maestro, Pedro Castillo Terrones.
Recuerdo con mucho cariño la noche del 19 de julio de este año cuando, una
vez más, el pueblo se reunía a festejar esta gran victoria popular, desde abajo
y desde la izquierda. Desde aquel lado del corazón donde se siente y también se
piensan cambios profundos y se vislumbra con un mejor mañana. Ese mismo día, me
dirigí a la “Casa del Maestro”, ubicada en el Centro de Lima donde el profesor
Pedro Castillo nos había prometido el ansiado balconazo. Estábamos eufóricos,
felices, alegres y contentos porque nuestros niveles de ansiedad habían bajado
increíblemente.
Dentro de la muchedumbre el pueblo gritaba: “Al fin tenemos presidente” y:
“por fin alguien que nos representa ha vencido al monstruo que quería que
asumamos que esta victoria había sido producto de un fraude”. Fueron más de dos
semanas en incertidumbre donde la derecha encabezada por el Partido de Fuerza
Popular de Keiko Fujimori había creado una maniobra funesta que tenía por
objetivo desconocer los votos de más de 100 mil personas provenientes de las
regiones más pobres de nuestro Perú. Esa misma derecha con rasgos fascistas nos
quería robar el sueño de construir algo nuevo.
Por ello y más, las rondas campesinas, líderes y lideresas de
organizaciones populares, pueblos indígenas, mujeres, trabajadores, jóvenes,
afrodescendientes, sindicatos, gremios, partidos políticos, etc. tuvieron que
llegar hasta Lima para defender su voto y no permitir que las atrocidades
disfrazadas en “legalidad” puedan vencer la voluntad popular. El día 19 de
julio, nos congregamos con esos grupos que hace semanas estaban acampando frente
al JNE. Estaban poniendo el cuerpo y el alma de manera autogestionada para
rescatar la pobre y enclenque democracia que aún nos queda.
Al son de huaynos peruanos, zapateos democráticos, música en quechua,
música rebelde y nuestros temas más originarios, celebrábamos esa noche en un
lugar abierto al aire libre. Por un momento, olvidamos que vivíamos en una
pandemia que había causado tanta desolación y desigualdad, principalmente para
los más desposeídos históricamente. Este escenario se vestía de esperanza, pero
también de muchos desafíos, pues tener nuestro primer gobierno de izquierda
democráticamente elegido se mostraba como un gran hecho histórico y solo la historia,
y nada más que ella nos demostrará el camino de sostenerlo.
Así, nos enteramos que las actividades por la celebración del Bicentenario
del Perú, por sus 200 años de Independencia, se iban a realizar diversas y
únicas actividades como la Juramentación del Presidente en el Congreso de la
República y la deseada Juramentación Simbólica en la Pampa de la Quinua en
Ayacucho, región andina en el Sur del Perú Profundo. Por tanto, frente a la
invitación del pueblo y las labores de difusión para canales brasileños como
“Expresso 61” de Brasilia, coordinado por Joao Negrao, nos dirigimos hasta
Huamanga, capital de Ayacucho, a unas 6 horas en bus desde Lima.
Nunca había imaginado estar presente en uno de los eventos históricos que
será relatado en la historia por las próximas generaciones de peruanos y
peruanas. Tuve la gran oportunidad de estar en la Juramentación del Presidente
Pedro Castillo en la famosa Pampa de la Quinua, la cual es recordada, pues fue
allí donde el ejército patriota venció al ejército realista y ayudó a la
Independencia Política del Perú de su ex Corona Española en 1824. De la misma
forma, contribuyó con la consolidación de las independencias en América del
Sur. Este escenario de lucha y resistencia el 29 de julio del 2021, después de
200 años, se vestía de reafirmación y necesidad de una segunda independencia.
En uno de mis escritos, desde ese mismo lugar, me gustaría compartir lo
siguiente:
“Han sido días increíbles. Tan increíbles que todavía siento que he vivido
un sueño. Ha sido un privilegio haber participado de la Juramentación Simbólica
del Presidente del Bicentenario: el primer presidente que más se parece y es el
rostro del pueblo. Pedro Castillo Terrones guarda bajo ese sombrero las luces
de cada rondero, la resistencia del campo y camino de cada maestro/a rural que
entrega la vida en su labor. Nos trajo un lápiz para escribir la historia, pero
desearía que fuera un lapicero para nunca más borrarla.”
La música ancestral, los sonidos de lucha y resistencia, el uso de
vestimentas originarias fruto de la resistencia frente a la colonización, se
relucían con mucho orgullo y los colores brillaban tan vivos a pesar del
tiempo. Fueron aproximadamente entre 30 a 50 mil personas que se auto
convocaron para acompañar al Presidente del Bicentenario y para siquiera verlo de
cerca.
Toda la recreación mística desde el
Himno Nacional cantado en quechua, el carnaval ayacuchano, la danza de las
tijeras y la marinera ayacuchana, fueron parte del repertorio de las
presentaciones artísticas que homenajearon esta fecha especial. También, la
diversidad de pueblos reunidos que desde su ancestralidad ponían nuevamente el
cuerpo como sujetos políticos defendiendo un proyecto que ambiciona ser
revolucionario.
Entrevisté, junto a mi compañero Álvaro Mesías, a dos parlamentarios del
partido político de Perú Libre, Edgar Tello de la región de Cusco y Maria
Agüero de la región de Arequipa. Esos registros quedaron marcados en una nota
que “Expresso 61” publicó a nuestra vuelta de Ayacucho: https://expresso61.com.br/2021/08/05/saiba-como-foram-os-bastidores-da-posse-do-presidente-peruano-pedro-castilho/
También, contamos con la valiosa entrevista y encuentro de Martina
Portocarrero, así como, con la lideresa de la Organización de Mujeres Quechuas
y Aymaras, Lucila Cruz Apaza y de la bailarina ayacuchana Gianella Flores.
En voces de mujeres y hombres sentimos la esperanza y sed de cambio, pues
somos conscientes que una oportunidad como ésta no volverá tan fácilmente.
Por ello, concluyo mis memorias con algunas lágrimas en los ojos al volver
y recodar (que en latín significa “pasar por el corazón”) haber estado muy de
cerca de este momento histórico. La vivencia fue absoluta porque, inclusive,
las redes de internet colapsaron y permitieron que las únicas señales que
funcionen sean las de nuestra memoria. En ese sentido, apostar y no perder la
esperanza de que los cambios son posibles y depende de esa misma fuerza social
sostenerla. Así como, apostar por un mundo mejor donde “quepen otros mundos”,
tal como nuestros hermanos zapatistas desde México nos vienen demostrando. El
momento del Perú ha llegado y está para quedarse.
Hasta una próxima, queridos/as compañeros/as del Grupo de Investigación “El
Derecho Hallado en la calle” de la Universidad de Brasilia (UnB). Que esta
Carta llegue a sus corazones.
[1] Doctoranda quechua peruana en Derechos Humanos y Ciudadanía por la
Universidad de Brasília (UnB) en Brasil. Becaria de la CAPES. Magister en
Integración Contemporánea en América Latina por la Universidad Federal de la
Integración Latinoamericana (UNILA) e Internacionalista por la misma
universidad. Actualmente es docente universitaria e investigadora en temas de
descolonización del derecho, pueblos indígenas y relaciones internacionales.
Miembro del Grupo de Investigación de “El Derecho Hallado en la Calle” de la
Universidad de Brasilia, coordinado por el profesor Dr. José Geraldo de Sousa
Junior. E-mail: shyrley123@gmail.com
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