sexta-feira, 13 de agosto de 2021

 

Pampa de la Quinua, 30 de julio del 2021.

 

CARTA DESDE LA PAMPA DE LA QUINUA PARA MIS COMPAÑERXS DEL “DERECHO HALLADO EN LA CALLE”

 

Por Shyrley Tatiana Peña Aymara[1]

 

Esta, quizás, es una de las cartas que más tiempo me costó escribir en toda mi vida. Supongo que es por la agenda corrida de cada día desde el despertar hasta el dormir. Creo que la vida es eso o, para mí, está siendo así desde hace unas semanas. Desde que al fin el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) del Perú reconoció como ganador de las elecciones presidenciales 2021 al rondero, campesino y maestro, Pedro Castillo Terrones.

 

Recuerdo con mucho cariño la noche del 19 de julio de este año cuando, una vez más, el pueblo se reunía a festejar esta gran victoria popular, desde abajo y desde la izquierda. Desde aquel lado del corazón donde se siente y también se piensan cambios profundos y se vislumbra con un mejor mañana. Ese mismo día, me dirigí a la “Casa del Maestro”, ubicada en el Centro de Lima donde el profesor Pedro Castillo nos había prometido el ansiado balconazo. Estábamos eufóricos, felices, alegres y contentos porque nuestros niveles de ansiedad habían bajado increíblemente.

 

Dentro de la muchedumbre el pueblo gritaba: “Al fin tenemos presidente” y: “por fin alguien que nos representa ha vencido al monstruo que quería que asumamos que esta victoria había sido producto de un fraude”. Fueron más de dos semanas en incertidumbre donde la derecha encabezada por el Partido de Fuerza Popular de Keiko Fujimori había creado una maniobra funesta que tenía por objetivo desconocer los votos de más de 100 mil personas provenientes de las regiones más pobres de nuestro Perú. Esa misma derecha con rasgos fascistas nos quería robar el sueño de construir algo nuevo.

 

Por ello y más, las rondas campesinas, líderes y lideresas de organizaciones populares, pueblos indígenas, mujeres, trabajadores, jóvenes, afrodescendientes, sindicatos, gremios, partidos políticos, etc. tuvieron que llegar hasta Lima para defender su voto y no permitir que las atrocidades disfrazadas en “legalidad” puedan vencer la voluntad popular. El día 19 de julio, nos congregamos con esos grupos que hace semanas estaban acampando frente al JNE. Estaban poniendo el cuerpo y el alma de manera autogestionada para rescatar la pobre y enclenque democracia que aún nos queda.

 

Al son de huaynos peruanos, zapateos democráticos, música en quechua, música rebelde y nuestros temas más originarios, celebrábamos esa noche en un lugar abierto al aire libre. Por un momento, olvidamos que vivíamos en una pandemia que había causado tanta desolación y desigualdad, principalmente para los más desposeídos históricamente. Este escenario se vestía de esperanza, pero también de muchos desafíos, pues tener nuestro primer gobierno de izquierda democráticamente elegido se mostraba como un gran hecho histórico y solo la historia, y nada más que ella nos demostrará el camino de sostenerlo.

 

Así, nos enteramos que las actividades por la celebración del Bicentenario del Perú, por sus 200 años de Independencia, se iban a realizar diversas y únicas actividades como la Juramentación del Presidente en el Congreso de la República y la deseada Juramentación Simbólica en la Pampa de la Quinua en Ayacucho, región andina en el Sur del Perú Profundo. Por tanto, frente a la invitación del pueblo y las labores de difusión para canales brasileños como “Expresso 61” de Brasilia, coordinado por Joao Negrao, nos dirigimos hasta Huamanga, capital de Ayacucho, a unas 6 horas en bus desde Lima.

 

Nunca había imaginado estar presente en uno de los eventos históricos que será relatado en la historia por las próximas generaciones de peruanos y peruanas. Tuve la gran oportunidad de estar en la Juramentación del Presidente Pedro Castillo en la famosa Pampa de la Quinua, la cual es recordada, pues fue allí donde el ejército patriota venció al ejército realista y ayudó a la Independencia Política del Perú de su ex Corona Española en 1824. De la misma forma, contribuyó con la consolidación de las independencias en América del Sur. Este escenario de lucha y resistencia el 29 de julio del 2021, después de 200 años, se vestía de reafirmación y necesidad de una segunda independencia.

 

En uno de mis escritos, desde ese mismo lugar, me gustaría compartir lo siguiente: 

 

“Han sido días increíbles. Tan increíbles que todavía siento que he vivido un sueño. Ha sido un privilegio haber participado de la Juramentación Simbólica del Presidente del Bicentenario: el primer presidente que más se parece y es el rostro del pueblo. Pedro Castillo Terrones guarda bajo ese sombrero las luces de cada rondero, la resistencia del campo y camino de cada maestro/a rural que entrega la vida en su labor. Nos trajo un lápiz para escribir la historia, pero desearía que fuera un lapicero para nunca más borrarla.”

 

La música ancestral, los sonidos de lucha y resistencia, el uso de vestimentas originarias fruto de la resistencia frente a la colonización, se relucían con mucho orgullo y los colores brillaban tan vivos a pesar del tiempo. Fueron aproximadamente entre 30 a 50 mil personas que se auto convocaron para acompañar al Presidente del Bicentenario y para siquiera verlo de cerca.

 

 Toda la recreación mística desde el Himno Nacional cantado en quechua, el carnaval ayacuchano, la danza de las tijeras y la marinera ayacuchana, fueron parte del repertorio de las presentaciones artísticas que homenajearon esta fecha especial. También, la diversidad de pueblos reunidos que desde su ancestralidad ponían nuevamente el cuerpo como sujetos políticos defendiendo un proyecto que ambiciona ser revolucionario.

 

Entrevisté, junto a mi compañero Álvaro Mesías, a dos parlamentarios del partido político de Perú Libre, Edgar Tello de la región de Cusco y Maria Agüero de la región de Arequipa. Esos registros quedaron marcados en una nota que “Expresso 61” publicó a nuestra vuelta de Ayacucho: https://expresso61.com.br/2021/08/05/saiba-como-foram-os-bastidores-da-posse-do-presidente-peruano-pedro-castilho/

También, contamos con la valiosa entrevista y encuentro de Martina Portocarrero, así como, con la lideresa de la Organización de Mujeres Quechuas y Aymaras, Lucila Cruz Apaza y de la bailarina ayacuchana Gianella Flores.

 

En voces de mujeres y hombres sentimos la esperanza y sed de cambio, pues somos conscientes que una oportunidad como ésta no volverá tan fácilmente.

 

Por ello, concluyo mis memorias con algunas lágrimas en los ojos al volver y recodar (que en latín significa “pasar por el corazón”) haber estado muy de cerca de este momento histórico. La vivencia fue absoluta porque, inclusive, las redes de internet colapsaron y permitieron que las únicas señales que funcionen sean las de nuestra memoria. En ese sentido, apostar y no perder la esperanza de que los cambios son posibles y depende de esa misma fuerza social sostenerla. Así como, apostar por un mundo mejor donde “quepen otros mundos”, tal como nuestros hermanos zapatistas desde México nos vienen demostrando. El momento del Perú ha llegado y está para quedarse.

 

Hasta una próxima, queridos/as compañeros/as del Grupo de Investigación “El Derecho Hallado en la calle” de la Universidad de Brasilia (UnB). Que esta Carta llegue a sus corazones.

 

 



[1] Doctoranda quechua peruana en Derechos Humanos y Ciudadanía por la Universidad de Brasília (UnB) en Brasil. Becaria de la CAPES. Magister en Integración Contemporánea en América Latina por la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (UNILA) e Internacionalista por la misma universidad. Actualmente es docente universitaria e investigadora en temas de descolonización del derecho, pueblos indígenas y relaciones internacionales. Miembro del Grupo de Investigación de “El Derecho Hallado en la Calle” de la Universidad de Brasilia, coordinado por el profesor Dr. José Geraldo de Sousa Junior. E-mail: shyrley123@gmail.com

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